martes, 3 de febrero de 2009

TAKE A WALK ON THE WILD SIDE

He decidido ampliar la recopilación de bandas sonoras a mis otras novelas, empezando por una a la que tengo mucho cariño. En realidad, todas mis historias contienen muchas canciones y películas que me sirven para situar el contexto histórico y para intentar explicar los gustos de los personajes y cómo viven en una determinada época de su vida.

Bueno, pues tras esta disertación, hoy empezaré con la banda sonora de La vida en cuarto menguante. ¿Y quién mejor para ello que Lou Reed y la canción con la que Alma Ferrer cree caminar por el lado salvaje de la vida?

Y para que sepáis de primera mano por qué incluí al ínclito Lou Reed en esta novela, aquí va una pequeña muestra:

Pablo vivía muy cerca del campus. Nos arrastramos hacia su casa con los labios pegados igual que dos lapas en pleno apareamiento. Sólo los separamos un poco, porque nuestra fusión labial impedía a Pablo abrir la puerta. Dentro, el tercer ocupante de la vivienda nos recibió desparramado sobre el sofá de escay raído. Como si hubiera caído desde el piso de arriba por algún agujero en el techo. El salón olía a mugre redestinada y acumulación de porros. Una mesita enana soportaba un tocadiscos donde giraba un LP cachazudo. La voz de Lou Reed se abría paso como podía entre rasponazos y crujidos roncos del único altavoz: Hey babe, take a walk on the wild side…”. Pablo gruñó un saludo al yacente. Este levantó tres dedos de la mano derecha. Así supe que estaba vivo. Atravesamos el aire viciado del salón. Abrimos una puerta. Y tras ella, Lady Marian creyó descubrir bajo los leotardos verdes de Robin Hood el lado salvaje de la vida.

Aunque, ahora que la señora Robinson ya no me parece una vieja amargada, diría que aquello no fue tan salvaje. Pablo era más guapo que fogoso. Su repertorio sexual igual de variado que el menú de una hamburguesería de barrio. Pero me faltaban seis meses para cumplir veinte años. Estaba apresada como una sardina en las redes del amor. La etérea indecisión de su iris me hizo confundir la frialdad con sensatez. Su falta de entusiasmo por la carne con la intelectualidad de un espíritu elevado. Y también para diferenciar ciertos matices hay que dejar de amar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que ya te lo he dicho alguna vez, me encantan las novelas con banda sonora, para mi es una forma de conocer mejor a los personajes y también al autor. La música, mejor retrata con realismo las formas de pensar, de entender la vida, de sentir. Y siempre, queda asociada a la trama de lo leído.

Espero que de una vez me traigan esta novela la próxima semana, ya que en Madfid me no la encontraba y me la van a traer en una librería. Estoy deseando disfrutarla, parece que es muy especial.

Gracias por el deleite de Lou Reed y por el aperitivo de tu texto.

Abrazos y feliz fin de semana

Carmen Santos dijo...

Espero que te guste, Ernesto. Yo le tengo a esta novela un gran cariño por muchas razones, pero lo que en definitiva da vida a un libro son las sensaciones que pueda despertar en quien lo lea. Ya me contarás.
Abrazos