jueves, 15 de mayo de 2008

LA VOZ

Esta semana (concretamente, ayer) se ha cumplido el décimo aniversario de la muerte de Frank Sinatra, Old Blue Eyes, o La Voz. El crooner al que la gente de mi generación despreciábamos durante los años setenta por considerarle carroza, aunque en el fondo nos enterneciera la música de nuestros padres e hiciéramos oreja cuando ellos la escuchaban, avergonzadísimos de que nos gustaran las mismas canciones que a nuestros viejos. Al igual que me ocurrió con otros cantantes como Edith Piaf, Concha Piquer, Charles Trenet, etc., tuve que plantarme en los treinta y tantos, casi cuarenta, para descubrirles en todo su esplendor y escucharles sin avergonzarme de esa “debilidad”. ¿Qué le vamos a hacer? Son cosas de los que fuimos adolescentes en los tiempos de Jimi Hendrix y Janis Joplin, Deep Purple y los Rolling Stones. Los que quisimos cambiar el mundo derribando todo lo que admiraban las generaciones anteriores. Lo malo… y también lo bueno.

Así que, escuchemos el inconfundible fraseo de La Voz. Una forma de cantar que no se aprende en Operación Triunfo y similares, porque se nace con ella. La canción es del genial Henry Mancini, la que ponía banda sonora a los encuentros y desencuentros de George Peppard y Audrey Hepburn en Desayuno con Diamantes, dirigida por el maestro Blake Edwards en su época de esplendor. ¿Se puede pedir más?





Y como pronto se va a estrenar Sexo en Nueva York, la película, añado esta romántica escena de la serie de televisión, cuando Carrie baila Moon River con Mister Big ¿Se nota mucho que soy fan de esta serie?):


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